Rapamicina, reparar telómeros y comer menos, estrategias que no funcionan en humanos para vivir mucho más


De forma intermitente van apareciendo noticias en que esperanzadores estudios proclaman la posibilidad de alargar la vida de los humanos gracias al descubrimiento de nuevas estrategias que habiendo funcionando en ratones pudieran ser aplicadas en humanos.
Una de las primeras fue la dieta hipocalórica. Se descubrió que casi matando de hambre a ratones de laboratorio se conseguía alargarles la vida en un 30%. Algún visionario lo aplicó en humanos y el resultado fue catastrófico : era imposible mantener una dieta hipocalórica a largo plazo sin afectar al rendimiento de las personas.
Entonces llegaron los telómeros. Se supo que las células en cada división van acortando la longitud de los telómeros y cuando son excesivamente cortos empiezan los problemas de salud y el envejecimiento, cuando no directamente la muerte celular. Era posible evitar este acortamiento y con ello obtener células que nunca murieran pero entonces aparecía un efecto indeseable : las células que no mueren son las de tipo canceroso y los ratones modificados para tener telómeros que no se acortaban con cada división celular desarrollaban a la larga algún tipo de cáncer.
Finalmente llegó la rapamicina, un compuesto que se empleaban para evitar el rechazo en los órganos trasplantados deprimiendo el sistema inmunológico del individuo. De nuevo se aplicó a ratones y su esperanza de vida aumentó un 38%. Lamentablemente los seres humanos no viven en laboratorios e ir por la vida con el sistema inmunitario deprimido, a menos que se vigile constantemente, acarrea más problemas que beneficios al ser propenso a sufrir todo tipo de enfermedades infecciosas.
Después de años de noticias aparentemente esperanzadoras sobre el aumento de la longevidad de la raza humana el Instituto de Medicina Albert Einstein de Nueva York ha lanzado el primer jarro de agua fría : ni viviremos eternamente, ni 200 años, ni siquiera 150. 
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